
Hace un tiempo escuché un programa del Ofici de viure que hablaba sobre la relación del placer y el deber. Dejo a continuación algunas anotaciones que fui haciendo del programa que siento y creo que son interesantes para reflexionar en nuestro día a día. Espero que os sea útil.
“La sociedad hedonista nos impulsa a vivir desde el placer? Si es así, ¿qué tiene de malo?
¿Cuándo actuar desde el deber y cuando desde el placer?
¿Cómo podemos armonizar la figura del padre (deber) y la del niño (placer)?
Eric Berne dice que hay tres estados del yo que explican el comportamiento de las personas: el niño (parte infantil interna, la voz del deseo), el adulto (principio de realidad, la voz del Yo escojo: valora las consecuencias de las acciones y hace de intermediario entre el padre y el niño, con el objetivo de conciliar las demandas de ambos) y el padre (normas sociales y el deber, y la voz del deber). Integrar y satisfacer estos estados es signo de madurez.
El niño puede representar lo que querría hacer (deseo) y el padre lo que tengo que hacer (deber). Organizamos nuestras semanas en función de esta dicotomía y, en extensión, toda nuestra vida. Pero quien hace de mediador y guía entre ambas partes internas que hay dentro de cada uno de nosotros?
Si en nuestra conducta predomina el padre seremos unos reprimidos haciendo siempre “lo que hay que hacer”, escuchando la voz interna tirana y insana, nunca realizando lo que queremos y si predomina el niño seremos unos inmaduros que para hacer siempre lo que queremos nunca haremos lo que hay que hacer. Por este motivo, el adulto, la voz más neutra que tenemos dentro y que nos lleva al camino de crecimiento personal, se debe desarrollar y equilibrar todas las voces internas. El diálogo interior (conversación psicológica que hace cada uno consigo mismo) nos ayudará a armonizar estas diferentes conductas.
“El amor maduro es aquel entre dos personas que se juntan para compartir sus plenitudes y no para intentar llenar sus carencias”